martes, 1 de diciembre de 2009

Confesiones bajo cero (o casi)

Como casi de costumbre cuando abro el portátil en el coche, echo hacia atrás el asiento del pasajero para sentir más cómodo. Me decido a descargar tensión en forma de letras, pero el nivel de mercurio está demasiado bajo. Sólo el calor del disipador del ordenador me calienta, y no está la cosa como para encender el motor y gastar gasolina. No es calor humano, desde luego, pero menos da una piedra. Y luego dicen que es mejor pensar en frío. Y una mi***a. Mejor ir al bar.


¿Y qué mejor para dejar de estar nervioso que tomarse un café calentito? Claro que sí, hombre. Vine con la intención de tomarme una tila y acabo metiéndome cafeína en el cuerpo. Al menos el calor del bar me permite acertar las teclas.
Un bar donde he pasado muchos momentos. Demasiados, quizá. Mientras tomas el café pasa gente, gente que conoces pero en este momento no te apetece saludar, y gente que desconoces... pero esas caras nunca vistas pueden acabar formando parte de ti, hasta llegar a ocupar más cantidad de tu cuerpo y tu mente que tú mismo. Y echo mano de Aristóteles, que decía que "la perfección y el equilibrio es el término medio de todas las cosas". Que cada uno saque sus conclusiones.

Pero es imposible encontrar el término medio en todas las cosas. Es demasiado fácil postular una frase y decir que se puede aplicar a todo. La vida no es tan sencilla, por mucho que nos empeñemos en decir que lo es. No se puede seleccionar un pensamiento y presionar nuestra imaginaria tecla supr. Y por mucho que pase el tiempo, si has borrado algo de un disco duro, quedan restos magnéticos que permiten recuperar la información (y ojalá algún día tenga el dinero para hacer esto con cierto aparato que yo sé).

Dicen los escritores que la mejor manera de olvidar a una persona es convertirla en literatura. Pero un par de cosas tengo claras: ni soy escritor, ni quiero olvidar. Hay fuegos que es mejor apagar... yo sólo apagaré el de este cigarrillo recién prendido, que lleva dos pares de letras escritas y no quiero que la llama queme ni la primera gota de tinta.

1 comentario:

  1. No creo que convirtiendo a alguien en literatura se le pueda olvidar, sino todo lo contrario; lo que escribes formará parte de tu vida siempre, para bien o para mal.

    PD: soy vero, que soy una marginada sin cuenta bloguera u.u

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